martes, 28 de octubre de 2014

Entrevista con Eva (Primera Parte)


Tras unos meses en Edén, he logrado ganarme la confianza de los nativos. Presento aquí las notas de una entrevista que he realizado con la Administradora de este lugar, su nombre es Eva. 

Entre los dos ríos de Mesopotamia fue el escenario perfecto para platicar con una mujer ante todo inteligente, y aunque suele olvidarse, muy hermosa también. Caía la tarde y parece que era su hora favorita, una sonrisa llenó su ancestral rostro mientras se acomodaba en su silla a punto de iniciar nuestra plática al aire libre.

Antropólogo (A): Primeramente muchas gracias por aceptar la  entrevista, sé que es más común hablar de ti que contigo.

EVA (E): Al contrario el gusto es mío, me encanta poder platicar con quien esté interesado.

A: Antes que nada quisiera que te presentaras brevemente, sé que parece innecesario, ¿quién no te va a conocer?, pero quisiera escucharlo de tu propia voz.

E: Con gusto. Mi nombre es Eva, aunque la primera palabra que escuché para referirse a mí fue “Ishá”. Fui creada por Dios a partir de la costilla de Adán, mi esposo, con el objetivo expreso de ayudarle al pobre con la administración del Jardín del Edén. El nombre “Eva” no lo recibí sino hasta después del incidente más feliz de mi vida, del que, supongo hablaremos específicamente. He vivido los últimos milenios al oriente de lo que era el Edén. Me gustan los frutos jugosos, las serpientes, el aire del campo y el atardecer.

A: Muchas gracias. Pues empecemos por el principio, literalmente. ¿Cuál es tu primer recuerdo?

E: La impronta más arraigada que tengo es Dios, formándome, como he dicho, a partir de la costilla de mi esposo. Sabía que mi objetivo de existir era muy importante, ahora le llamarían ser una hacendada. Algo así como lo que hacía una mujer de una novela que leí recientemente “Doña Bárbara” es el título.

A: Es decir, que ¿desde el principio sabías para qué habías sido creada?

E: Sabía para qué Dios y Adán me querían, que estuviera o no de acuerdo es otra historia.

A: Pero estaban claras las reglas, ¿no?

E: Mira, quien sí recibió muchas reglas y órdenes fue mi esposo. El pobre se afligía cada vez que Dios llegaba a hablar con él, se ponía nervioso, se arreglaba su manzana de Adán (ahí no habían corbatas), alzaba el cuello y ponía atención a las instrucciones. Era un tanto cómico verlo. En lo personal yo sabía lo que tenía que hacer, eso de administrar un Huerto no es tan difícil, ¿sabes? ¡Pobre Adán!, era un desastre.

A: Pero sabemos de buena fuente que había una orden muy especial.

E: Ah, claro. Debíamos guardar y labrar el huerto, y Adán tuvo un éxito relativo al nombrar a los animales, que fue una de las primeras cosas que hizo. Le digo relativo, porque con el paso del tiempo llegó un hombre de apellido Linneo que volvió a nombrar a todos los animales. Recuerdo el día que eso pasó, Adán llegó hecho una furia a la casa, azotó el periódico donde se enteró de la noticia, y dijo que iba a reclamar, que nunca había recibido el memo de cambio de régimen. Que al menos merecía algo de crédito por el uso que los animales habían realizado del nombre que él les puso. Al final terminó siendo buen amigo de Carlos, ah y también de otro Carlos, pero hablamos de él luego.

A: Entiendo lo de esas órdenes pero yo me refiero a otra orden, a una muy importante.

E: Me rindo, no sabría cuál.

A: Veamos, aquí tengo el registro, a ver si refresca tu memoria: “Pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comieres ciertamente morirás”.

E: No, no recuerdo algo así, ¿qué documento tan peculiar estás leyendo?

A: ¿Quieres decir que no sabías de esta instrucción?

E: Pues más bien parece amenaza, pero no, no sabía nada.

A: ¿Adán nunca te dijo?

E: ¡Vamos!, Adán decía muchas cosas… quizá llegó a mencionar algo alguna vez después de la cena (desvía la mirada y juega con su perfumado cabello), pero así como que fuera algo muy importante, pues…

A: Entonces, ¿cuándo te acercaste a ese árbol?

E: ¡Esa fue la tarde más llena de emociones de toda mi vida! Adán había terminado de darme una perorata sobre su gran autoridad, figúrate que él creía que ¡me había parido! Yo le decía, oye Adán, salí de tu costilla, no de tu vientre, pero él se empeñaba en decir que fue creado primero, como si los prototipos fueran más importantes que la versión final. Como sea, decidí ir a pasear y casualmente di con el árbol.

A: ¿Adán no estaba ahí contigo?

E: Eh, él estaba cerca, pero distraído. A veces aunque estuviera a mi lado era como si no estuviera. Lo amo mucho, quizá por ese carácter meditabundo e infantil, siempre admirado de todo lo que ve.

A: Te acercaste al árbol.

E: Ah, sí, lo vi muy atractivo, un follaje excepcional, el aire obtenía el aroma de sus hojas y fruto con el que se inundaba el Huerto. El sonido que emitía era como de carrozas con caballos a galope por las llanuras del Sinar. Sentarse a su sombra era habitar al abrigo del Altísimo, desde ahí todo se veía mejor.

A: Y entonces apareció.

E: ¿Quién?, ¿te refieres a la serpiente?

A: Claro, a ella.

E: (La prístina mujer ríe a carcajadas, aunque la entrevista era al aire libre, de pronto pareció que su risa nos envolvía como paredes, como el vientre materno que protege a su bebé). ¡Ay la Serpiente!

A: ¿Tenía patas?

E: ¡Oye!, no interrumpas con preguntas tan tontas.

A: Disculpa.

E: Te decía, la Serpiente llegó, esplendorosa, resplandeciente. Nada comparable al brillo que Adán y yo emitíamos, pero bella a su manera. Se me acercó con cara de astucia y me dijo que si Dios nos había prohibido comer de todo árbol del Huerto, la mire extrañada y un poco tirándola de a boba. Le dije que no, que ¡ah!, ¡ya recuerdo!, que Adán alguna vez me dijo que podíamos comer de cualquier árbol excepto de ese, porque entonces íbamos a morir.

A: ¿Qué dijo luego la Serpiente?

E: Pues que era mentira, que Dios sabía, ¡figúrate nada más!, que si comíamos de ese árbol seríamos como “dioses”, como él. Que por eso lo había prohibido.

A: ¿Tú lo creíste?

E: Te vendo un micrófono mi amigo.

A: ¿Qué?, ah, gracias, ya tengo uno, justo este con el que te estoy entrevistando.

E: ¡Precisamente! Yo ya poseía la imagen de Dios, ¿para qué iba a querer comprar algo que ya tenía?

A: ¿Entonces?

E: El fruto me atraía desde hacìa mucho tiempo, pero no me había atrevido a comerlo. Así que ahí, con la Serpiente diciéndome esa sarta de tonterías para que lo comiera, pues… ¿esta entrevista se difundirá en muchos lados?

A: Es para una humilde investigación antropológica

E: Bien, aquí en confianza te confesaré que vi el cielo abierto, mi mejor oportunidad. Podría comer del fruto y tener a quien echarle la culpa si la situación se ponía fea.

A: Entonces, ¿no te tentó la Serpiente?

E: (Intentando aguantar una carcajada) Okey, digamos que la mejor manera de ser tentado es en las cosas que deseas. Lo que sí ocurrió fue que, de pronto, con todo y que había admirado tantas veces el fruto, de pronto me pareció distinto. No sé, me invadió un gran antojo, me pareció más suculento que cualquier otra cosa en el mundo y de pronto lo supe. Ese fruto tenía el néctar de la sabiduría.

¿Cómo me di cuenta? No lo sé. Quizá después de todo la Serpiente sí tenía cierta magia. ¡No puede resistirlo!, extendí la mano temblorosa pero decidida, toqué esa tierna y aterciopelada superficie, palpé una textura suave pero consistente, como un pecho materno rebosante de leche. Lo arranqué sin piedad de su racimo y lo llevé de inmediato a mi boca con las dos manos. Su aroma llenó mis sentidos, una brisa resopló extendiendo mi cabello cual largo era, y mi perfume se conjugó con el prohibido aroma del fruto. De pronto todo el Huerto parecía ausente, como si estuviera bajo los reflectores de un escenario y mi deseo fuese la actriz principal.

¡Lo mordí!, mi lengua nunca había sentido tan grande éxtasis y un escalofrío recorrió mi espina, mis glúteos se tensaron y mis piernas flaquearon, los dedos de mis pies salieron de su pereza y se retorcieron felizmente, mientras mi respiración se entrecortaba y mis manos se apretaban disfrutando la textura del fruto que penetraba mi ser.

La Serpiente tenía razón, morí…

Hasta aquí dejo esta primera parte de la entrevista con Eva. En las próximas entregas conoceremos más sobre el incidente del Huerto, como ella le llama, así como su vida después del Huerto. También platiqué sobre su aparición en diversos dibujos, novelas y cultura popular.


jueves, 15 de mayo de 2014

Eden: características y primeras impresiones de la localidad

Del nombre y significado del lugar.

Lo más difícil fue encontrar dónde dormir, y lo imposible fue dar con alguna tienda para conseguir víveres, pues en esta comunidad no existe algo semejante. Hacia el final del día fue cuando me enteré que el lugar se llama Edén, que en idioma nativo significa “delicia”. A veces se le suele referir como “jardín” y otras como “huerto”. En realidad funciona en ambas facetas, pues, en efecto, hay un área interna  de pastos y árboles, y otra área externa donde se comienzan a realizar cultivos.  

Ausencias notables

Realizar observación en esta comunidad es algo muy semejante a lo que se lee en las viejas etnografías, definitivamente no hay Estado, ni existe infraestructura burocrática. Mi esperanza era, entonces, encontrar sistemas clánicos con los cuáles descubrir operativos lógicos totémicos que me permitieran realizar trazos de parentesco. También esto fue solo un sueño vano.  Hablando de su ecología, ¡no llueve!

Ecología y relieve

De pronto creí que mi observación se restringiría a meros aspectos ecológicos, pues lo que sí abunda es una fértil vegetación, y cuatro caudalosos ríos, que se derivan de una sola fuente, es decir un Delta. El clima es excepcional que exige despojarse de cualquier prenda. Hay, en el ambiente, como un humo o vapor que purifica constantemente este jardín. Vino a mi mente, entonces, aquella escena en la que Godelier narra cómo, tras regresar de la choza de las mujeres de los baruya de Nueva Guinea, es detenido por un anciano y le obliga a despojarse de su ropa y recibir la purificación de un sahumerio.

Los ríos se llaman y se identifican como: 

Pisón, que se dirige a la tierra de Havila. En información archivística se encontró que esta zona suele pensarse que se refiere a Arabia, al sur. 

Gihón: Que se dirige a la tierra de Cus, la cual hace referencia a Etiopia, al surponiente. 

Hidekel: Identidicado como el río Tigris que corre del Golfo Pérsico a la zona de Asiria. 

Eufrates: El único identificado por su nombre actual, junto con el Tigris forman la zona de Mesopotamia, en cuyo origen me encuentro. 



Estoy en algún punto de una zona montañosa, como se adivina por los ríos nacientes, calculo la altitud en cerca de 800 metros sobre el nivel del mar. Aunque por la vegetación abunda el verde, lo cierto es que también se nota un deslumbrante color rojizo, que es el color de la tierra de esta zona. El relieve es sorprendemente homogéneo para tratarse de una montaña. Hay que decir algo sobre el cielo. Como constantemente se encuentra subiendo un vapor de agua, existe una concentración gaseosa en la superficie de la zona que crea una especie de domo. Pese a ello, si uno mira con atención el cielo, este carece por completo de nubes, como si el vapor tuviera como techo la parte inmediatamente superior al Edén.  Si en algún lugar se puede imaginar un sistema ecológico que no disipe la energía, es decir, que contenga eficientemente la entropía, es aquí.

Pensando en esto fue cuando recordé que Richard N. Adams había referido este lugar como el primer territorio surgido en el octavo día. Incluso puedo decir que, en mi respiración, las emisiones de dióxido de carbono ¡eran nulas!, y aunque comí  y bebí opíparamente no he tenido necesidad de ir al baño, siento un vigor como si todo lo que ingiriera fuera sintetizado y aprovechado al momento.

Mis escasos conocimientos en botánica me impiden reportar puntualmente la gran diversidad en la vegetación del lugar, solo puedo decir que abundan flores de vivos colores, árboles enormes con abundante y deslumbrante follaje. Viendo los árboles es como uno se da cuenta que en la parte central del jardín se encuentra un enorme árbol, no se sea roble o qué, pero es enorme y magnífico. Adelanto que los nativos se refieren a él como el “Árbol de la vida”. Por cierto, también hay otro árbol, este resulta sumamente encantador y atractivo, tiene el rimbombante nombre de “Arbol de la ciencia del bien y del mal". Este árbol esta tabuado para los pobladores de la comunidad so pena de muerte.

Fauna

Hay diversos animales que pueden dividirse en: aves, mamíferos y reptiles. Al momento no he visto peces en los ríos. En el momento de la observación fue cuando se generaron los nombres de los animales que habitan en esta zona. Algo a destacar es que no existe fauna carnívora, y pueden apreciarse osos, leones y lobos ¡comiendo pasto! Es pues una fauna bastante amigable, sin el estrés de los animales de zoológico o circo, o las mascotas encerradas en casas.  

Lengua

Sin duda es aglutinante, ¡muy aglutinante! El vocabulario es corto en sustantivos y no parece existir una clara diferencia en los tiempos verbales. Pero es una lengua muy plástica que se presta a fusiones y nuevas creaciones de vocablos. En el tiempo en que he estado aquí se han inventado cientos de nombres para nombrar animales, aves y reptiles. Pese a estas características, presenta encantadoras cacofonías, se oye como estruendo de aguas, tan abundante que a ratos tiene sesgos indoeuropeos, y otros germánicos, en ciertos momentos uno adivina latín y hasta acentos romances y anglosajones.

Religión

No bien comenzaba a percatarme de las características de este territorio cuando un estruendo en uno de los ríos llamó mi atención. Al acercarme comprendí que me encontraba en medio de un ritual religioso. Quizá algo en el aire funciona como psicotrópico o acrecentador de la conciencia. No son raros, entre nosotros los antropólogos, descripciones excepcionales de la acción de los espíritus, viajes trascendentales, cosas de las que no se necesita ser Carlos Castaneda para que se registren estrictamente en un Diario de Campo. Debo reconocer que desconozco si hay artificio alguno en el ritual que estoy a punto de describir, quizá con el tiempo logre, como Evans-Pritchard entre los azande, descubrir las sutilezas y trucos que operan los nativos, pero de momento describo como lo percibí, ya luego someteré está narración a un modelo analítico adecuado.

Un ritual antropogenético

Lo que identifico como un ser de rasgos humanos, bóvidos, falconiformes y félidos, comienza a jugar con una masa que ha preparado con tierra y agua hasta darle una forma humanoide, era como un modelo en tamaño real de una persona, hecho con un rojizo barro que se confunde con el resto del paisaje donde predomina la tierra. Los detalles son perfectos, hasta en las falanges. Vinieron a mi mente los hombres de barro narrados en “El Popol Wuh”. A continuación, este ser sagrado, que pronto reconocí como la deidad local, soplo un viento muy fuerte sobre la masa de tierra y agua. En ese momento, ¡la figura de barro comenzó a vivir!

(NOTA: Debo revisar los trabajos de Levi-Strauss y etnografías sobre artesanías de barro para ver si hay algún dato de barro soplado sin necesidad de fuego).

Con este sintagma trinómico (tierra, agua, aire) dio comienzo la población de esta localidad (OTRA NOTA: ¿qué simbolismo puede tener el fuego en este cosmos que no lo ocupa, según entiendo, para dar origen a la vida humana?, ¿qué relación hay entre la ausencia del fuego y la preservación de la energía?)

El hombre de barro vivificado por el soplo divino no tiene nombre, según consta en información documental, se le llama solo “Adám”, esta palabra suena parecida a la que se ocupa para hablar de la tierra “adamá” y del color rojo “edom”. Cabe señalar que aunque de los registros secundarios así se pueden transliterar estas palabras, no es precisamente como suenan aquí. Si hubiera alguna traducción para “Adam” seriá “terroso” o “rojizo”. Pero no parece ser un nombre personal, sino un mero adjetivo que por el uso se sustantiviza. Es como cuando hablamos de “los acarreados” para referirnos a personas a las que se les entregan dádivas para ir a una manifestación. “Acarreado” es un adjetivo, pero se sustantiviza al usarse para conceputalizar a determinado tipo de personas. En este caso, a los pobladores de esta zona les llamaríamos “los adames”, pero para facilitar la fonética, digamos "los adanes". 

Con estas observaciones se concluye que la religión de esta comunidad es una especie de animismo o relación con espíritus divinos (que no se debe confundir con animatismo: creencia en espiritus que poseen objetos). Lamento que al usar este término se tenga un sesgo piscologizante que Edward Tylor colocó a esta palabra:  el alma como un alter ego, generalmente concebida en los sueños. Con animismo quiero decir solo una relación con un ser espiritual. Por cierto,   "religón", no deriva de "religar", eso fue un invento de Lactancio en el siglo IV d.C. 

En términos estrictos la religión comenzó al tabuar el árbol de la ciencia del bien y del mal, si tomamos la palabra en su etimología “re”, volver y “legere”, leer o volver a leer: repetir las normas, según decía Cicerón. Los adanes que habiten este territorio deberán tomar esto como el origen de su culto.  No cuento con los instrumentos de grabación pertinentes para registrar el nombre del dios, y me costaría mucho trabajo intentar transliterarlo, pues no cuento con las grafías adecuadas para indicar los acentos y fonemas con los que se compone este nombre.

Población

Inmediatamente tras la formación del primer adán, este buscó, según Maslow y el materialismo cultural tipo Marvin Harris, la forma en la cual satisfacer su necesidad primaria de reproducción y satisfacción sexual. El adán, como es común ver en granjas rurales, intentó copular con diversos animales pero, evidentemente ninguno de ellos fue preñado ni encontró satisfacción alguna en ello. Entonces, la divinidad provoca un sopor en el adán y de su costado obtiene lo necesario para formar a una mujer. La escena vista es como si el adán, sedado, hubiera parido, por cesárea, al ser femenino.

Señalo que tanto el adán masculino como el femenino ¡brillan!, algo así como los peces abisales, aunque dudo que el brillo de estos adanes se deba a bacterias que viven en su interior, como ocurre con los monstruosos peces del fondo del mar.



Relaciones de género


Se recuerda en estos momentos el simbolismo de la preñez y el parto de las mujeres. Según antropólogas como Michell Rosaldo o Françoise Héritier, el poder de fecundidad es una de las causas de que los hombres deseen dominar a las mujeres. Bueno, aquí ¡se ha logrado plenamente! En este jardín veo dos posibles escenarios: un recrudecimiento patriarcal por ese “privilegio” de que el hombre haya parido a la primera mujer o bien, que los hombres compartan a gusto la procreación en un clima equitativo. 

Se encuentra atardeciendo, y se percibe que pronto estará de nuevo la presencia de la divinidad paseando por aquí. Termino esta entrada indicando que, tras mucho titubear, decidí comer de los frutos de la zona (¡sin tocar el árbol prohibido! pues un antropólogo debe atenerse, en lo posible, a las costumbres locales), y dormir bajo un árbol. Confieso que fue algo difícil al principio, pues uno está preparado hasta para dormir entre piedras, pero ¿desnudo y rodeado de animales que uno considera salvajes?.

miércoles, 14 de mayo de 2014

La Biblia y la etnografía

Un mundo nuevo y extraño 

Karl Barth, en su afán por mostrar la radical otredad de la Revelación de Dios, consideraba que el texto bíblico es un mundo distante al que se debe acceder no como erudito que lo explica, sino con los nervios y expectativas de un viajero que pisa por primera vez un nuevo territorio. Dice, en su ensayo "The Strange new World within the Bible": 

Estamos con Abraham en Harán. Escuchamos el llamado que nos ordena: "Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré." (...) Estamos con Moisés en el desierto. Por cuarenta años viviendo entre ovejas haciendo penitencia por un acto abrumador. ¿Qué cambios han ocurrido en él?, no se nos dice, parece no ser de nuestra incumbencia, más de pronto llega a él la siguiente orden: "¡Moisés!, ¡Moisés! - una gran orden: Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel."
No se llega al texto bíblico como teólogo experto en hermenéutica, sino como extranjero anonadado por haber sido desanclado de su comunidad de seguridad y estar relocalizado en un nuevo mundo. Las ordenes con las que Dios instruye a Abraham a Moisés, y a cualquiera que se aventura a las páginas bíblicas, es semejante a la perplejidad con la  que Bronislaw Malinowski describe, en su opus magnum "Los argonautas del pacífico occidental", el ingreso al campo etnográfico:

Imagínese sólo en una playa tropical cercana a un poblado indígena, mientras ve alejarse hasta desparecer la lancha que le ha llevado hasta allí (...) Imagínese luego haciendo su primera entrada en una aldea, solo o acompañado de un cicerone blanco. Algunos indígenas se agrupan a su alrededor, sobre todo si huele a tabaco. Otros, los más dignos y de mayor edad, permanecen sentados en sus sitios. Su compañero blanco tiene su propia forma rutinaria de tratar a los indígenas y no entiende nada, ni le importa mucho la manera en que uno, como etnógrafo, se les aproximaría.
Acá se detecta a un viejo conocido, ese "compañero blanco" que, como teólogo, tiene "su propia forma rutinaria de trabajo", que no necesita preguntarle a los indígenas nada sobre el territorio bíblico pues él cree conocerlo, o bien, poder modificarlo a gusto en caso de que su creencia se vea contrariada. Este blog quiere dejar de lado a ese teólogo burocrático que, en sus seguridades, menosprecia el nuevo mundo que habita, y en su luar encarnarse en aquel confundido etnógrafo que, no le importa vérselas más difícil con tal de conocer mejor.

Nos presentamos, entonces, solos, vemos alejarse, en una lancha, a la teología sistemática, a los comentarios bíblicos, a los presupuestos dogmáticos que rigen la rutina exegética, quedándonos solo con su recuerdo ocasional. Aún más, puestos en crisis por el mandato divino, dejamos  la creencia de nuestra tierra y nuestra parentela para presentarnos en un territorio en el cual solo somos extranjeros sin certidumbres. 

Este mundo bíblico ante nuestros ojos no es el artificial y purificado universo de escuela dominical y sermones piadosos, en donde las carreteras ya están trazadas y la administración teológica es capaz de resolver cualquier contingencia o anomalía, atar los cabos y dar soluciones absolutas. En vez de eso, se trata de un territorio agreste, siniestro, desconocido, que sacude nuestras certezas y desmorona nuestras soluciones cada vez que pensamos tener una.

¿Por qué etnografíar la Biblia? 

La etnografía es el arte y la técnica de reconocer al Otro en sus propias circunstancias, es decir de comprehender la otredad o alteridad. Dicho en otras palabras, la etnografía es la disciplina que nos ayuda a entender sistemáticamente que las demás personas no son como yo, que las otras sociedades o grupos tienen una cultura distinta a la mía, que mis valores no son los mejores, que mis creencias no son más racionales que las creencias de los demás.

No se trata de caer en la inocencia ilustrada de la tabula rasa, pensando que podemos deshacernos de nuestros prejuicios. Ya Rudolf Bultmann, siguiendo a Heidegger, recalcó el hecho de que la precomprensión es un elemento no solo inevitable, sino también necesario en la empresa hermenéutica de la Biblia. Se trata, como es harto sabido, de echar a andar el círculo hermenéutico propuesto por Gadamer: una serie de ciclos dialógicos que comienzan por desmantelar la precomprensión del intérprete hasta colocarlo, cada vez, en una mejor posición para comprender el mensaje. Clifford Geertz, fue quien introdujo el método hermenéutico en etnografía, y Renato Rosaldo lo explica sintéticamente:

Según la metodología de la hermenéutica, en el procedimiento interpretativo de rutina, uno puede decir que los etnógrafos se reubican en tanto van comprendiendo otras culturas. Los etnógrafos comienzan la investigación. Con un grupo de preguntas, las revisan en el transcurso de la encuesta y al final resultan con preguntas diferentes a las primeras. En otras palabras, la sorpresa que provoca la respuesta a una pregunta nos obliga a enmendar esta última hasta que las sorpresas menores o respuestas muy breves nos indiquen un término.
Es precisamente, con esta etnografía hermenéutica que busco leer el texto bíblico. Desde este momento reconozco que tengo trasfondo pentecostal, con una conversion juvenil a la teología reformada. No es fácil mandar en una lancha este bagaje, pero, procediendo con una metodología rigurosa,  busco menguar la influencia de mi propio trasnfondo teológico, crear una distancia epistémica entre mi subjetividad y el terreno  de estudio usando instrumentos antropológicos, a fin de permitir el diálogo con los nativos: personajes, objetos y territorios bíblicos.

Este tipo de empresa no es nueva, los antropólogos han estado interesados en el texto bíblico desde el comienzo de la disciplina. Edward Burnett Taylor, miembro de una familia de cuáqueros y fundador de la antropología profesional, dedicó especial atención a la evolución de la religión, y al análisis de textos bíblicos, atendiendo al uso social de su contenido en diversas sociedades inglesas y estadunidenses. En su “Cultura Primitiva” de 1871 da cuenta del “campo” existente para el análisis religioso que será utilizado posteriormente por investigadores de historia comparada de las religiones y fenomenólgos de la religión como van der Leeuw y Mircea Eliade.

En el siglo XX, la antropología siempre tuvo un lugar especial para la Biblia. Destacan "El folklore en el Antiguo Testamento" de James Frazer, (1907) y un ensayo de Edmund Leach titulado "Genesis as Myth" (1962). Pero las palmas en lograr una convergencia sólida y propositiva entre las ciencias bíblicas y la teología, se las lleva Mary Douglas.

Ella realizó su trabajo de campo entre los lele de Angola, considerando que sus tabus dietarios se parecían a los de Levítico 11. Luego desarrolla  una fecunda carrera como antropóloga y consultora, que llega a su cristalización tras su inquietud  por "resarcirse de una vida no dedicada al estudio de la Biblia". Comienza a aprender hebreo y aplica su expertise antropológico en un proyecto cuyo objetivo era comentar antropológicamente todo el Pentateuco. Solo logrará un comentario al libro de Números, "In the Wilderness. The doctrine of Defilement in the book of numbers", y otro al libro de Levítico, "Leviticus as literature" (traducido al español por la editorial Gedisa como "El levítico como literatura. Una invetigación antropológica y literaria de los ritos en el Antiguo Testamento"). Además de estas dos obras, dejó un amplio bagje ensayístico y propuestas hermenéuticas que fueron debatidas por  teólogos y biblistas como Rolf Rendtorff y Jacob Milgrom.

Mary Douglas realizó lo que este blog se propone - guardando las distnacias: leer la Biblia como si se tratara de una comunidad social en la que un antropólogo debe realizar trabajo etnográfico. Por lo tanto, nos percatamos que no estamos completamente solos. En nuestra travesía por estas montañas, desiertos, ríos, fortalezas y templos, encontraremos la huella de muchos otros que ya han abonado el territorio, y de quienes aprovecharemos los recursos que han dejado. Llegado a este punto hay que decir que no se trata de mandar al diablo a los teólogos y quedarnos solo con los antropólogos en el análisis del texto bíblico, sino de eliminar aquellos dogmatismos (teológicos, antropológicos o de otro tipo) que acotan el terreno de estudio con un mapa predeterminado. 

¡Comienza el viaje!